Los Reyes del país estaban planeando retirarse de la corona y la Princesa quería elegir un pretendiente para casarse y así poder reinar acompañada.
Decidió que en su próximo cumpleaños, el noble que le regalara lo más bonito de este reino sería su esposo.
Llegó el día y asistían a la fiesta nobles de todas partes del país. Después del convite y la gran tarta de cumpleaños, la Princesa se sentó en el trono real para recibir los regalos que le habían traído los apuestos pretendientes.
Se acercó un joven atractivo con una jardinera de piedra gris que contenía hermosas flores de colores vistosos:
«Majestad, estas son las flores más bonitas de mi propio jardín, cultivadas con la habilidad de un buen botánico como yo, si me elegís cultivaré todas las que deseéis para vos»
Las depositó junto al trono real y con una reverencia se retiró de su presencia.
El siguiente fue un joven moreno de ojos verdes con un pavo real de color azul brillante que al ver a la Princesa extendió las plumas de su cola en abanico y sorprendió a toda la estancia con su belleza:
«Majestad, este es el animal más bonito de mi región, criado por mi con mis nociones de biología, si me elegís llenaré vuestro jardín de bellas criaturas»
Lo situó junto al trono real y con una reverencia se retiró de su presencia.
Todos eran jóvenes nobles, con habilidades y conocimientos asombrosos, ofreciendo regalos a cada cual más ostentoso y bello que acabaron rodeando a la Princesa en una preciosa escena.
De todo el desfile de interesados, el último era un tímido muchacho que llevaba en las manos un objeto en forma de cuadro envuelto en un papel brillante. Cuando la Princesa le miró a los ojos él se ruborizó y le sonrió, feliz de estar en su presencia:
«Majestad, pedisteis lo más bonito de este reino, si me elegís dedicaré mi corazón a que así siga siendo por muchos años»
La Princesa retiró el papel del objeto y descubrió que el regalo era…un espejo.
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